Pese a los esfuerzos mexicanos para frenarlos, un número creciente de migrantes centroamericanos reanudaron su viaje hacia la frontera de Estados Unidos el domingo 21 de octubre por la mañana en el sur de México.
Pese a los esfuerzos mexicanos para frenarlos, un número creciente de migrantes centroamericanos reanudaron su viaje hacia la frontera de Estados Unidos el domingo 21 de octubre por la mañana en el sur de México.
La caravana de migrantes creció a aproximadamente 5 mil personas durante la noche y al amanecer salieron caminando hacia la ciudad mexicana de Tapachula, de a diez en fondo en una fila que se extendía aproximadamente 1.5 kilómetros (una milla). No estaba claro de inmediato de dónde provenían los viajeros adicionales, puesto que unos 2 mil se reunieron en el lado mexicano.
Lo más probable es que varias personas hayan esperado en el puente ubicado sobre el río Suchiate o en la localidad guatemalteca de Tecún Umán y decidieron cruzar durante la noche. Al amanecer, un estimado de 1 mil 500 migrantes seguían en territorio guatemalteco esperando entrar a México de forma legal. Mientras caminaban hacia México gritaban frases como: “¡Sí se pudo!”.
A su paso por comunidades mexicanas a las afueras de Ciudad Hidalgo, fueron recibidos con aplausos, cánticos solidarios y donaciones de comida y ropa por parte de los mexicanos.Los migrantes, que dijeron que habían abandonado sus intentos de entrar legalmente a México porque el proceso de solicitud de asilo político es demasiado lento, se congregaron en un parque de Ciudad Hidalgo, en la frontera.
Allí votaron con las manos alzadas en favor de continuar colectivamente hacia el norte y entonces marcharon hacia el puente sobre el río Suchiate y llamaron a los que seguían allí a que se les sumasen. La decisión del grupo puso fin a una jornada en la que, nuevamente, las autoridades mexicanas se rehusaron a permitir el ingreso en masa de los migrantes en el puente, pero comenzaron a aceptar a pequeños grupos para su proceso de asilo y otorgaron algunos permisos de visita por 45 días.
Las autoridades dieron números a la gente para que sean procesados, una estrategia que se ha visto antes en los puestos fronterizos de Estados Unidos cuando tratan con grandes cantidades de migrantes. Sin embargo, muchos comenzaron a impacientarse frente a la puerta fronteriza y comenzaron a saltarla, a cruzar el río en balsas, nadando o vadeando a plena vista de los cientos de elementos de la policía mexicana que mantenían el bloqueo en el puente.
Algunos pagaron a los locales un equivalente a 1.25 dólares para que los llevaran a través de las aguas fangosas. No fueron detenidos una vez que llegaron al territorio mexicano. Además de los que cruzaron el río, los agentes migratorios procesaron a pequeños grupos de migrantes, que posteriormente fueron trasladados en autobús a un campamento al aire libre con techos de lámina en la ciudad de Tapachula, en donde la Cruz Roja instaló pequeñas carpas azules sobre el suelo de concreto.
La Secretaría de Gobernación en México dijo en un comunicado que recibió 640 solicitudes de refugio de parte de hondureños en el cruce fronterizo. Difundió fotografías de migrantes abordando autobuses en un refugio, recibiendo alimentos y asistencia médica. Al menos media decena de migrantes se desmayaron. Algunos migrantes lograron abrir una barda del lado guatemalteco del puente y arrojaron a dos niños, de unos 6 o 7 años, unos 12 metros (40 pies) hacia su madre en las fangosas aguas del río. Fueron trasladados junto a su madre en una balsa hacia el costado mexicano.
En la puerta, los trabajadores mexicanos repartían alimentos y agua a los migrantes. A través de los barrotes, un doctor brindaba atención médica a una mujer que temía que su hijo tuviera fiebre.
La ayuda también llegó del lado guatemalteco. Para Carlos Martínez, de 24 años y procedente de Santa Bárbara, Honduras, el plato de arroz con pollo era lo primero que comía en todo el día. “Es una bendición que nos hayan dado comida”, dijo Martínez. “Que nos den comida me anima a seguir esperando hasta que pueda”.Con frecuencia los migrantes citan la pobreza generalizada y la violencia que generan las pandillas en Honduras, uno de los países más peligrosos del mundo en cuanto a la tasa de homicidios, como sus razones para integrarse a la caravana.
Juan Carlos Mercado, de 20 años y oriundo de Santa Bárbara, Honduras, dijo que la corrupción y la falta de empleo en su tierra natal han hecho que esté estancado. “Solo queremos seguir adelante con nuestras vidas”, comentó. Añadió que trabajaría “en lo que sea”. A principios de la semana, la caravana provocó una serie de tuits molestos y advertencias por parte del presidente Estadounidense Donald Trump, pero el manejo de los migrantes en la frontera sur de México parece haberlo dejado satisfecho en los últimos días.
“Hasta este momento, le agradezco a México”, dijo Trump durante un evento de Scottsdale, Arizona. “Espero que sigan así. Pero hasta ahora, le doy las gracias a México. Si eso no funciona, llamaremos al ejército, no a la Guardia Nacional” “No van a entrar a este país”, recalcó Trump, “El gobierno mexicano está plenamente comprometido en encontrar una solución que aliente a una migración segura y en orden”, dijo la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert. “Tanto Estados Unidos como México continuarán trabajando con los gobiernos centroamericanos para atender las causas económicas, políticas y de seguridad de la inmigración ilegal”.
Tras una reunión de emergencia en Guatemala, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, y el mandatario guatemalteco, Jimmy Morales, señalaron que se calcula que unos 5 mil 400 migrantes han ingresado a Guatemala desde que se anunció la caravana hace una semana, y que alrededor de 2 mil hondureños han regresado de manera voluntaria.
Morales dijo que un migrante hondureño falleció en la localidad de Villa Nueva, a unos 30 kilómetros (20 millas) de la Ciudad de Guatemala, después de caer de un camión que transportaba a algunos migrantes.