Después de gestionar visas durante más de una década, un hermano y una hermana de Sai Kyaw y sus familias veían luz al final del túnel: Tenían por delante una última entrevista antes de ser autorizados a dejar Myanmar y unírsele a él en Massachusetts, trabajando en su restaurante.
Pero un repentino giro en la política inmigratoria de Estados Unidos cambió todo. La entrevista fue aplazada y no está claro cuándo tendrá lugar, si es que se lleva a cabo.
“Es terrible”, dijo Kyaw. “No podemos hacer nada, solo rezar. Llevan esperando 12 años. Si tienen que esperar otros 12, lo harán”.
La suya es tan solo una de numerosas historias plagadas de confusión, lamentos e indignación que se escuchan en las comunidades de inmigrantes tras el anuncio del gobierno que prácticamente cierra las puertas a la llegada de familiares de personas que viven en Estados Unidos oriundos de Myanmar, Nigeria, Kirguistán y Eritrea. La nueva política restringe asimismo las visas a Sudán y Tanzania.
“Cunde el pánico en la comunidad”, expresó Grace Moboxi-Enwensi, presidenta del Instituto para el Desarrollo Nigeriano de Minnesota, una organización sin fines de lucro.
Al firmar una proclama que entró en vigor el viernes, el presidente Donald Trump dijo que esas naciones no satisfacen requisitos mínimos en el campo de la seguridad. Fue una nueva medida del gobierno en un tema que ha sido un caballito de batalla de Trump.
Los teléfonos de las oficinas de abogados y de organismos abocados a la defensa de los inmigrantes no paran de sonar. Una iglesia birmana (de Myanmar) está tratando de intervenir para ayudar a sus feligreses. La Organización Africana Unida ha realizado talleres en Chicago en los que asesora a la gente acerca de sus opciones.
Las nuevas normas van a ser seguramente cuestionadas en los tribunales, pero mientras tanto los activistas están movilizándose a través de las redes sociales (#MuslimBan y #AfricaBan) e intensificando sus esfuerzos por presionar al Congreso para que apruebe una ley que limitaría el margen de maniobra de Trump a la hora de restringir los ingresos a Estados Unidos.
Unas 10.000 personas de Nigeria, Eritrea, Kirguistán y Myanmar recibieron visados en el año fiscal de 2018, según un análisis de información del gobierno hecho por el Instituto de Políticas Migratorias, organismo sin fines de lucro. Más de la mitad eran de Nigeria, la nación más poblada de África.
Las nuevas medidas se sintieron con más fuerza entre los aproximadamente 380.000 inmigrantes nigerianos que viven en Estados Unidos y sus hijos. Son una de las comunidades de inmigrantes más educadas. Más del 60% de las personas de origen nigeriano mayores de 25 años tienen al menos un título universitario básico, lo que representa un promedio que es dos veces el de la población de Estados Unidos en general, el cual es del 29%, de acuerdo con el censo.
Tope Aladele, quien gestiona una visa para su esposa en Nigeria, tiene pocas esperanzas de que ella pueda venir a Estados Unidos.
“Creía que este año celebraría la Navidad con ella”, dijo Aladele, un ciudadano estadounidense que trabaja como asistente de enfermero en Chicago. “Cruzo los dedos y rezo”.
Funcionarios de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración declinaron hablar del tema y dijeron que había que consultar al Departamento de Seguridad Nacional. Ese organismo no respondió a correos electrónicos pidiendo comentarios.
A diferencia de otras medidas previas que restringían la llegada de extranjeros, las nuevas reglas son menos abarcadoras. Suspenden las visas a Nigeria, Eritrea, Myanmar y Kirguistán e incluyen a gente que quiere radicarse en Estados Unidos y es patrocinada por familiares o empresas. También eliminan su participación en un sorteo que entrega visas a 55.000 personas. Sudán y Tanzania tampoco podrán participar en el sorteo.
Las nuevas restricciones no afectan a las personas que vienen a Estados Unidos por períodos breves, incluidos turistas y estudiantes, ni a inmigrantes que ya se encuentran en el país. Hay algunas excepciones, entre ellas las personas con doble nacionalidad.
En Chicago, la Organización Africana Unida dictó talleres para decenas de personas. Muchas preguntaban por sus esposas e hijos.
Osemeh Otoboch, nigeriano de 46 años con permiso de residencia, casado con una estadounidense, quiere traer a sus dos hijos de un matrimonio previo. Sus visas fueron aprobadas, pero él está preocupado.
“¿Cómo les explico todo esto a ellos?”, preguntó, aludiendo a las restricciones.
Algunos expertos cuestionan las justificaciones sobre seguridad nacional dadas por el gobierno, en vista de que no hay restricciones a los turistas y los estudiantes, visas que, de hecho, se tramitan más rápido.
Activistas sostienen que la medida es otra forma de restringir la llegada de extranjeros, como la tan cuestionada decisión de impedir el ingreso de personas de algunos países con mayoría de musulmanes, incluidos Irán, Somalia y Siria.
En Sudán y Kirguistán la mayoría de la población es también musulmana. Nigeria, el país con la séptima población más grande del mundo, tiene asimismo una importante comunidad musulmana.
“Es una continuación de las políticas inmigratorias racistas y xenófobas de este gobierno”, afirmó Mustafa Jumale, de la Alianza Negra por una Inmigración Justa.
Algunas iglesias se están movilizando.
En la Overseas Burmese Christian Fellowship de Boston, el pastor Clifford Maung dice que transmitió a la conducción nacional de esa iglesia bautista el caso de dos familias.
“No pierdes la esperanza. Nos criamos bajo condiciones similares en Birmania, con un gobierno opresivo, por lo que esto no es nuevo para nosotros”, manifestó. “Pero es algo que no debería suceder en Estados Unidos”.
Maung dijo que uno de los afectados es un primo suyo, a cuya esposa le aprobaron una visa y solo esperaba un permiso médico para viajar.
Otra familia afectada es la de S’Tha Sein, quien llegó con su esposa y su hija menor en diciembre. Sein dijo que su hija mayor también tiene visa, pero no le permitieron el ingreso porque se le detectó una tuberculosis.
La muchacha, de 21 años, está bajo tratamiento y volverá a ser evaluada el mes que viene, pero Sein dice que las nuevas restricciones pueden complicar las cosas. Su familia está tramitando visas desde el 2006.
“Rogamos para que cambien esa ley”, dijo Sein. “Queremos poder vivir juntos”.