En Esquipulas, Chiquimula, la mañana amaneció gris. Una llovizna que por momentos arreciaba acompañó el trayecto de los primeros migrantes que comenzaron a llegar a Guatemala desde el lunes en la noche.
La nena de 3 años se llama Luzma Borja Chiquín; su abuelo, Máximo Chiquín, narra que partieron desde San Pedro Sula el lunes en la noche y que después de recorrer trayectos a pie y otros a “jalón” llegaron a la Casa del Migrante de Esquipulas, que se convierte en un oasis para los migrantes hondureños de cara a los más de cuatro mil kilómetros que deben recorrer para llegar a la frontera sur de EU.
Chiquín lamenta que las autoridades hondureñas y guatemaltecas hayan endurecido los controles. “Solo queremos una mejor vida para mis hijos y mis nietos”, dice. “Yo voy a Estados Unidos con un objetivo, que nos den asilo político. Yo solo les digo una cosa, que por favor déjennos ir a trabajar”, expresa este migrante que, según sostiene, huye de su país porque trabajaba en un negocio a cuyo dueño mataron en una masacre, posteriormente las amenazas se extendieron a él.
LANZAN PROTESTAS A lo largo de la ruta desde aquel punto fronterizo hacia la ciudad de Chiquimula se observa a cientos de migrantes, muchos de ellos que viajan con niños. “¡Fuera JO! ¡Fuera JO!”, gritan, en referencia al presidente hondureño Juan Orlando Hernández, a quien la mayoría culpa de la situación económica precaria y la inseguridad que, afirma, atraviesa Honduras.
LA GENTE AYUDA MENOS A diferencia de las primeras caravanas del año pasado no hay muchos guatemaltecos en la carretera para ofrecerles ayuda. De hecho, los conductores de vehículos no quieren transportarlos. A la Casa del Migrante de Esquipulas recién había llegado Abigail, una hondureña que salió de Comayagua desde el pasado lunes porque allá “no se puede vivir porque no hay trabajo”. Abigail viaja con su hijo, Norman, de 9 años. Asegura que han escuchado los riesgos que se enfrentarán en el camino, pero que eso no le impide pensar en un mejor futuro, no solo para su hijo que la acompaña, sino para los otros dos que dejó en Honduras.
La migrante dice que las restricciones en la carretera de parte de los gobiernos son “egoístas”, puesto que ella solo busca una mejor vida. Las restricciones de las cuales hablan los migrantes de la caravana son evidentes. En la frontera de Agua Caliente, decenas de agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) formaron una valla para impedir el paso libre de los hondureños. Uno de los oficiales al mando le advirtió al resto que se colocaran las capas para protegerse de la lluvia porque debían permanecer ahí hasta la 1 de la tarde de este miércoles. En la víspera, el Instituto Nacional de Migración (INM) había informado que solo permitiría el ingreso de aquellos que cumplieran con todos los requisitos legales.